By Flor de María Vila A.
El mercado
de la enseñanza de idiomas ofrece una variedad de exámenes internacionales que
sirven para determinar el nivel de competencia lingüística alcanzado en inglés,
una información de suma importancia para saber si los estudiantes realmente han
aprendido y logrado los objetivos planteados en un determinado programa.
Adicionalmente, varias de estas evaluaciones son reconocidas en todo el mundo, y
también resultan útiles para definir el nivel de competencia lingüística de los
estudiantes de manera objetiva, ya que en su estructura se considera la
medición del nivel de destrezas obtenidas tipificadas en el Marco Común Europeo
de Referencia, MCER (1).
Por otro
lado, todos estos exámenes internacionales, con una equivalencia en el estándar
internacional del MCER, y cuyas escalas
son usadas para homologar los diferentes títulos otorgados por las entidades
certificadas, tales como los exámenes ESOL (English for Speakers of
Other Languages) de la Universidad de Cambridge, evalúan el
conocimiento del idioma inglés de personas no nativas. Lo mismo sucede con los
exámenes TOEFL (Test Of English as a Foreign Language) y TOEIC
(Test of English for International Communication) gestionados por el Educational
Testing Service (ETS), institución certificadora dependiente de la Universidad
de New Jersey, que domina el mercado en Estados Unidos.
Si bien es
cierto que estas pruebas ayudan a plantear los objetivos sobre lo que los
estudiantes deben dominar con el fin de utilizar una lengua para comunicarse, así como los conocimientos y
destrezas que tienen que desarrollar para poder desenvolverse de manera eficaz,
en muchos casos esta información no está siendo utilizada de la manera más
apropiada, especialmente por muchos centros educativos de la etapa escolar.
¿Cómo es que sucede esto?
Vamos a
poner un ejemplo que podría resultar familiar para muchos de nosotros:
¿Recuerdan la preparación preuniversitaria? En muchos casos, a los estudiantes
se les apresta para pasar la valla del examen de ingreso, y no para ser buenos
estudiantes una vez que están en la universidad. Por ejemplo, se dan casos de
alumnos que ingresan con altos puntajes, que una vez dentro no son capaces de
entender lo que leen. Entonces, podríamos afirmar que el desarrollo de las
habilidades cognitivas utilizadas para entender un texto no figura entre los objetivos
de un centro preuniversitario. Uno podría esperar que los alumnos preuniversitarios
ya se hubieran aproximado por lo menos al dominio de las operaciones cognitivas
de alto nivel requeridas para la comprensión o producción de significados dentro
de un texto. Los centros preuniversitarios preparan para rendir el examen y
cuentan con que el estudiante haya ya desarrollado las habilidades cognitivas
requeridas para iniciar una preparación preuniversitaria. ¿Y acaso no conocemos
casos de alumnos de tercero, segundo o hasta primero de secundaria que se están
adiestrando en un centro preuniversitario? ¿Estarán ellos suficientemente
aprestados para iniciar tal instrucción? Me temo que no. Lamentablemente, algo
similar está sucediendo en algunos centros educativos en relación a la
preparación para los exámenes internacionales señalados líneas arriba.
¿Por qué surge la necesidad de que
escolares rindan exámenes internacionales para certificar el nivel de
competencia en el idioma inglés? ¿Estamos comercializando la educación?
Habrían
muchas respuestas, pero mencionaremos sólo algunas que están más relacionadas con
nuestra experiencia. Pareciera que esto no es más que el resultado de la
influencia del mercado. Es decir, los certificados de competencia lingüística
otorgados por las instituciones internacionales son ya un referente muy
estimado en el mercado laboral y especialmente determinante en el ámbito
universitario internacional. Hemos tenido en nuestras aulas alumnos preocupados
por asegurarse de obtener el puntaje requerido para postular a alguna maestría
en el extranjero o estudiantes angustiados por estar listos para una entrevista
de trabajo o para una presentación con los directores ejecutivos extranjeros de
visita en la empresa en la que trabajan. Como es de esperarse, actuamos
responsablemente y requerimos un examen diagnóstico que indique si tienen el
nivel mínimo de competencia lingüística para iniciar semejante empresa, cosa
que implica invertir mucho esfuerzo y dinero. Cuando no se ha cumplido con esta
condición, nos hemos visto obligados a recomendarles retomar sus cursos de
inglés regular hasta asegurarse de haber desarrollado las habilidades
comunicativas que aseguren el éxito, tanto en el examen internacional a rendir
como en el entorno donde se usarían dichas habilidades, sea éste uno laboral o
universitario.
Ante
esta situación, es de esperarse que los padres, hermanos o familiares que ya
pasaron por esta experiencia aprovechen todos los recursos necesarios para no
permitir que sus familiares tengan las mismas dificultades o demoras. Por ello,
buscan colegios que ofrecen la enseñanza del idioma inglés como parte de la
malla curricular. Estarán dispuestos a invertir aún más si los colegios ofrecen que sus egresados obtendrán
certificaciones internacionales sin necesidad de estudiar en academias de
inglés en forma paralela. Asimismo, el lograr esto antes de terminar la etapa
escolar garantizaría mayores facilidades para poder egresar del pregrado
universitario, ya que para hacerlo es requisito certificar el conocimiento de
un idioma extranjero. Por otro lado, el ya contar con una certificación
internacional ayudaría a que el alumno universitario centre toda su atención y
esfuerzo en el estudio de su carrera.
Por ello los padres de familia demandan
esta enseñanza de los colegios que quieren para sus hijos. Ante esta situación,
la respuesta inevitable es la competencia entre colegios, la cual resulta
excesiva y se está convirtiendo en un problema incontrolable.
¿Cuál es el problema de que un colegio ofrezca
que sus alumnos egresen habiendo obtenido una certificación internacional?
Pareciera
que esto no representa un problema, toda vez que el educando, habiendo ya
aprendido inglés, tendría más recursos para enfrentar la vida después del
colegio. Sin embargo, en este afán de cerciorarse que los escolares logren
obtener dichas certificaciones internacionales, muchos docentes han sustituido
el desarrollo de las competencias lingüísticas comunicativas por el perfeccionamiento
de destrezas y estrategias para resolver las pruebas. También han dejado de
lado el uso del libro de texto diseñado para adquirir y mejorar la aptitud
lingüística y comunicativa para adoptar manuales dirigidos a desarrollar
estrategias eficaces para aprobar un examen.
Aparentemente,
algunas instituciones educativas no tienen claro qué políticas deberían
tener con respecto a la enseñanza del inglés. Algunos centros educativos no
contemplan la importancia y necesidad de haber desarrollado primero el nivel lingüístico
mínimo requerido antes de iniciar una preparación en cuanto a estrategias para
resolver un examen. Esto podría traer terribles consecuencias a corto, mediano
y largo plazo. Pudiéramos ver colegiales frustrados y con sentimientos de
fracaso porque, en vez de ser hablantes de una lengua extranjera se
ven convertidos en hábiles contestadores de exámenes.
No es
necesario señalar que estos alumnos, lejos de disfrutar una clase en la que
pudieran estar intercambiando ideas o experiencias en un contexto real del uso
del idioma, pudieran terminar aborreciendo el curso de inglés. ¿Exagero? ¿Acaso
algunos de nosotros estaría feliz en un ambiente donde enfrentásemos continuos
fracasos?
No
olvidemos que nuestra mayor responsabilidad es la de ser formadores. Recordemos que esto es un proceso formativo en el que se va logrando alcanzar los niveles
requeridos según los objetivos que nos planteemos.
A la hora
de iniciar la preparación para rendir un examen que nos proporcione un
certificado de inglés de reconocimiento internacional debemos tener muy en
cuenta qué tipo de certificación buscamos en relación con nuestros intereses y
cuál es el que mejor se ajusta a nuestro nivel.
Tenemos
que luchar contra este fenómeno que está asociado a la “rendición de cuentas”
en donde todos luchan por mantenerse rentables en un mercado que apuesta por el
que más ofrece. Esto no debería cegarnos y dejarnos arrastrar por la
conveniencia económica, sino que debería prevalecer algo tan sencillo y potente
como la honestidad. Probidad para ofrecer un producto que realmente entregue lo
que promete y constituirse así en uno de los primeros realmente identificados
con el logro real de lo que la educación en nuestro país requiere. Es necesario
informarse y conocer lo que en verdad se necesita. El conocimiento asociado al
logro de objetivos en un sistema educativo es una tarea que, en democracia,
compete a todos los ciudadanos. Por otra parte, dicho conocimiento es
fundamental para hacer el mejor uso de los recursos disponibles y tomar las
decisiones más adecuadas.
No
sacrifiquemos a nuestros niños, adolescentes y jóvenes. Ellos confían en los
adultos, cuya experiencia, conocimiento, verdadero amor y vocación, son los más
idóneos para escoger el camino que los lleve a convertirse en ciudadanos
competentes que, en un plazo no muy lejano, puedan engrandecer nuestra patria.
Comparte
tus experiencias o consultas.
Flor de María Vila A.: Máster en
Cognición, Aprendizaje y Desarrollo por la Pontificia Universidad Católica del
Perú, Bachiller en Educación con especialidad en la Enseñanza de Inglés.
Actualmente es Especialista Pedagógica y Miembro del Equipo de Investigación
del Centro de Idiomas de la Universidad del Pacífico, además de Directora
Académica y Directora Asociada de Relaciones Internacionales con Universidades
Norteamericanas en International Contacts – Test Training & Advisory (rubro
de asesoría y entrenamiento para postulaciones a universidades extranjeras).
También ejerce como Examiner oficial en varios exámenes de la Universidad de
Cambridge, es consultora independiente para Esan Graduate Business School,
tiene 20 años como ponente en diversos temas de la enseñanza de inglés, y es
instructora senior en exámenes internacionales (GMAT, GRE, TOEFL).